La vieja Celeste
A la vieja Celeste la conocí a sus 90 años. La recuerdo como si aún estuviera a mi lado. La recuerdo con tanto amor. Yo solía ir de vacaciones con mi familia a la costa en el verano. Paraba en la casa de mi abuelo, y mis días consistían en ir a la playa con mis primos y hermanas, y patinar por el barrio por la tardecita. Conocerla resolvió varios enigmas en mi vida, aunque creó unos cuantos más. El primero resuelto fue el de saber quién vivía en la supuesta “Casa embrujada” a la que junto con el piberío tirábamos piedras y salíamos corriendo. La conocí una tarde de enero, en la que no fui a la playa porque estaba menstruante y dolorida. Salí a caminar por el barrio en plena siesta y descubrí que la puerta del jardín de la casa embrujada estaba abierta. Un gato negro estaba sentado en la puerta muy fresquito a la sombra de unas hortensias. Pasé una vez, miré rápido y seguí de largo. Mi corazón galopaba fuerte y mis piernas se habían vuelto el triple de veloces. Llegué a la ...